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LA LEYENDA DE NARCISO


Narciso era un hermoso joven que todos los días iba a contemplar su propia belleza en un largo. Estaba tan fascinado consigo mismo que un día se cayó dentro del lago y se murió ahogado. En el lugar donde había caido, nació una flor, a la que llamaron, en su honor, narciso.

Cuando las Oréades, las diosas del bosque, llegaron al lago y le vieron llorar, le preguntaron el motivo de su tristeza.


— Lloro por Narciso —repuso el lago.
— ¡Ah, no nos asombra que llores por Narciso! —prosiguieron las Oréades—. Al fin y al cabo, a pesar de que nosotras siempre corríamos tras él por el bosque para admirar su belleza, tú eras el único que tenía la oportunidad de contemplarle más de cerca.
— ¿Pero Narciso era bello? —preguntó el lago. 
— ¿Quién sino tú podría saberlo? —respondieron, sorprendidas, las Oréades—. En definitiva, era en tus márgenes donde él se inclinaba para contemplarse todos los días.

El lago permaneció en silencio unos instantes. Finalmente dijo:
— Yo lloro por Narciso, pero nunca me di cuenta de que Narciso fuera bello. Lloro por Narciso porque cada vez que él se inclinaba sobre mi orilla yo podía ver, en el fondo de sus ojos, reflejada mi propia belleza.

[Relato escrito por Oscar Wilde y adaptado por Paulo Coelho en el prólogo de su libro El Alquimista]

3 lectores opinan:

Luchida dijo...

Oh, bonita historia :D Pero no me logré leer el Alquimista :S

ty dijo...

¿Y eso?¿No te gusta el estilo de Coelho? Un besito!

Fermín Gámez dijo...

La belleza y el egocentrismo hacen siempre muy mala pareja. Es lo que se deduce del relato.

Concibo la belleza de manera muy distinta a como la concebía Oscar Wilde.

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