Comento: Gafas de sol para días de lluvia

Leí este libro hace un tiempo ya. Me lo regalé el día del libro en un puesto de libros de segunda mano a precios de crisis. Es una novela preciosa, de una autora que yo, hasta la fecha, no conocía y que tiene un estilo de escritura muy suave y llano. Las palabras entran con facilidad y te dejan un buen sabor de boca.

En la novela, el hotel Ritz de Madrid sirve de escenario en una historia que intercala la inmigración con las riquezas y problemas familiares desde una mirada femenina.

Lina, una mujer inmigrante sin papeles que trabaja como empleada de la limpieza en el hotel conocerá a Carol, única heredera de una de las familias más poderosas de Manhattan. Dos mujeres completamente diferentes que se ayudarán entre sí y encontrarán una bonita y verdadera amistad.

La novela recuerda en la trama al cuento infantil de Cenicienta, actualizado y mucho más realista, en la que el hada madrina será Lina y Cenicienta, Carol.

En el libro encontramos nostalgia, injusticias, avaricias, malos tratos, egoísmos y amor, mucho amor. La autora nos enseña, una vez más, que no es más feliz el que mucho tiene, sino el que poco necesita.

Mamen Sánchez es licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Ha cursado estudios en las Universidades de La Sorbona, Londres y Oxford. Es hija de Eduardo Sánchez Junco, director de la revista Hola! y directora adjunta de la revista Hola! México.

El Dios de las cosas pequeñas es su genialidad en la novela, bajo mi punto de vista. Que Lina rece a este Dios para que llueva y así ponerse sus gafas de sol, otra. Me encantan esas metáforas que enseñan sólo si uno piensa.

"Gafas de sol para días de lluvia" es la novela con la que debutó en 2007. Ha publicado dos libros después: "La estrella de siete puntas" y "Agua del limonero", libros que leeré próximamente.

Os recomiendo la lectura de la novela. Ya me diréis vuestra opinión.
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Marcos y el lago
















Marcos contemplaba el lago con los ojos muy abiertos. En el agua, se reflejaban infinidad de estrellas. Una sonrisa dibujó su rostro sonrosado y mofletudo de ocho años de edad.
Rápidamente, corrió a su casa y nadando en la silenciosa oscuridad de la noche, logró rescatar la caña de pescar con la que acompañaba a su padre todos los domingos.
Se acercó de nuevo a la orilla del lago y, con sumo cuidado, introdujo el anzuelo en el agua estrellada.

Ya casi estaba amaneciendo y Marcos no había pescado nada. Con temor a que su madre se hubiera percatado de que el bulto que había bajo las sábanas era una simple almohada y no su amado hijo, Marcos decidió volver a casa, arrastrando los pies y, con ellos, su inocente alma.

El temor se confirmó cuando, al llegar a la casa, divisó a su madre en el marco de la puerta, ataviada con una bata roída por los años y sujetando una vela casi tan deshecha como su corazón:

- ¡¿Dónde te habías metido, hijo?! ¡Estaba preocupada! -le recriminó en cuanto estuvo lo bastante cerca.
- Lo siento, mamá. Estaba pescando... -contestó él, titubeando en susurros casi inaudibles.
- ¿Pescando a estas horas de la madrugada?¿Sin luz?¿Y qué pensabas pescar, eh, tonto?

Marcos se echó a llorar en un berrinche infantil sin igual. La madre, arrepentida por su actuación, retrocedió y recobró su dulzura natural, abrazándole y acariciándole el pelo con mimo.

― Quería pescar una estrella, mamá. Con su luz podríamos alumbrar la casa de noche y ya no necesitaríamos de más velas para poder ver en la oscuridad. Pero pasé allí horas y horas y al final no la pude pescar... -le explicó Marcos a su madre, entre sollozos.

La madre, sorprendida y acongojada al escuchar el tierno testimonio de su hijo, rompió a llorar en otro berrinche frustrado. Marcos interpretó el llanto por tristeza al no haber pescado la estrella y aquello le dio más fuerzas para continuar:

― No te preocupes, mamá. Ya pasó. Mañana por la noche, cuando las estrellas vuelvan a bajar al lago para darse el baño, estaré allí aguardando. Ya pasó. Ya pasó.


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Las películas Disney

Hoy voy a hablar de algo que nos ha acompañado durante nuestra infancia, que nos ha sembrado de ilusión y nos ha enseñado que si no somos futuras princesas o futuros caballeros valerosos, no tenemos un lugar importante en esta vida. Se trata, como imaginaréis, de las películas infantiles de Disney.


Comencemos poro una de las más bonitas e ideales: Peter Pan. Esta película ha supuesto tanto éxito porque el título no se tradujo al español. Si se hubiera llamado “Pedro Pan” o “Pepe Pan” la historia hubiera cambiado bastante. En ella sólo se vería a un niño de pueblo que quería ser de mayor panadero como sus padres.

En fin... La película nos enseña que es mejor no crecer, ya que la vida es mucho más fácil y divertida si la vivimos como los niños: sin trabajar, sin obligaciones ni responsabilidades.

Pues bien, gracias a Peter tenemos hoy en día a la generación ni-ni, que ni estudian ni trabajan. Y como no tienen a Campanilla cerca para volar al país de nunca jamás, beben Red Bull, que “te da alas”.


Otra película digna de mención es La bella y la Bestia. Yo estoy convencida de que la cirugía estética existe gracias a esta entrañable historia. ¿O pensáis que la bestia se convirtió en un apuesto príncipe por arte de magia? No amigos. Resulta que la viejecita que le hechizó al principio de la peli era una agencia de cirugía estética que estaba en quiebra, y le hizo algunos desarreglos para aumentar las ventas. Y tanto las aumentó que, en vista del éxito que había tenido su amo con Bella, toda la corte decidió hacerse también algún que otro arreglillo.

Por cierto, ¿cuando a Bella le salgan arrugas y se ponga fofa, seguirá llamándose Bella?


Vamos con otra película: Alicia en el País de las Maravillas. Bueno, está claro que Alicia se drogaba, ¿no? Porque no es muy normal ver a un conejo que llegue tarde a todas partes, un gato capaz de desvanecerse, celebrar un no-cumpleaños o, lo más impresionante de todo, hablar con un ciempiés que pasa el rato fumando de una cachimba. Yo creo que Alicia está de setas alucinógenas, porros y pastis hasta el culo, sinceramente, porque si no, no hay Dios que se crea esta historia.


Otra película: La bella durmiente. Esta tía le tenía un pánico a la sangre tremendo. Estuvo desmayada nada más y nada menos que 100 años por haberse pinchado un dedito en una rueca. Menos mal que nació princesa... Si llega a nacer pobre y le toca trabajar cosiendo en una fábrica, qué lástima de mujer.

Y lo que pasó con la corte de la Bella durmiente es que la esperó tanto tiempo a que apareciera en palacio que se durmió de aburrimiento.

Por cierto, el príncipe, además de ser valiente, seguro que trabajaba en algún hospital o algo parecido, porque no me explico que pudiera despertar a la princesa con un beso, si la pobre tenía que estar ya más seca que la mojama, sin comer ni beber agua en 100 años... Apuesto a que el príncipe llevaba con él un desfibrilador.


CONTINUARÁ...
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Ejercicio

Esta es una especie de auto-entrevista que propone Daniel Cassany en su libro La cocina de la escritura. Escribo a continuación las preguntas propuestas en negritas con sus correspondientes respuestas y os invito a realizarla. Es un poquito larga, así que os regalo un poco de paciencia para que la leáis.

- ¿Me gusta escribir? ¿Qué es lo que me gusta más de escribir? ¿Y lo que me gusta menos?
Me encanta. Lo que más me gusta de escribir es que puedo componer cualquier historia, puedo expresar mediante esa historia un problema cercano, o lejano. Lo que menos: en un primer momento, tener que dedicar tiempo a mejorar el texto (aunque nunca lo consiga del todo). Con el tiempo, hasta eso me ha empezado a gustar.

- ¿Escribo muy a menudo? ¿Me da pereza ponerme a escribir?
Sí, escribo muy a menudo. Aunque estaría mintiendo si dijera que no me da pereza ponerme a escribir. Hay días en los que no me apetece ni eso.

- ¿Por qué escribo?
Buf, menuda pregunta. Pienso que porque es una manera de soñar, de evadirme de la realidad y, a pesar de que la historia no tenga nada que ver conmigo, también es una manera de encontrarme conmigo misma, de ver mis progresos y mis límites.

- ¿Qué escribo? ¿Cómo son los textos que escribo? ¿Qué adjetivos les pondría?
Escribo de todo. Puedo escribir un pensamiento pasajero, una reconstrucción de un sueño, una historia surgida a partir de una conversación que haya escuchado en el autobús,...
Yo pretendo que mis textos sean aptos para todos los públicos, sin demasiados tecnicismos ni frases enrevesadas. Me gusta ir directa hacia el mensaje que quiero transmitir y, sobre todo, adoro tratar temas de actualidad y conflicto.
Pero claro, todo esto es lo que quiero transmitir. De ahí a que realmente lo transmita hay un abismo...

- ¿Cuándo escribo? ¿En qué momentos? ¿En qué estado de ánimo?
Cualquier momento me resulta bueno para escribir. He llegado a escribir en momentos en que las lágrimas me empapaban tanto el rostro que casi ni podía distinguir las letras. Pero también he escrito enfadada, eufórica, triste, nostálgica,...

- ¿Cómo trabajo? ¿Empiezo enseguida a escribir o antes dedico tiempo a pensar? ¿Hago muchos borradores?
Depende. No funciono siempre de la misma manera. Hay tramas que tardo mucho tiempo en construir (y en las cuales siempre me dejo algún cabo suelto). Pero también he escrito muchísimas veces a partir de una frase que me había venido a la cabeza, o símplemente me he dejado llevar. Generalmente no suelo pensar mucho las historias antes de escribirlas, porque si les dedico mucho tiempo al final terminan únicamente como borradores.

- ¿Qué equipo utilizo? ¿Qué utensilio me resulta más útil? ¿Cómo me siento con él?
Lo mismo que en la pregunta anterior. Puedo utilizar una libreta, como una hoja en sucio, como el ordenador,... Depende del sitio y el momento en los que me encuentre. No tengo manías. Con todos los recursos me siento bien.

- ¿Repaso el texto muy a menudo? ¿Consulto diccionarios, gramáticas u otros libros?
Sí lo repaso, pero en pocos he llegado a consultar diccionarios, gramáticas,... Símplemente lo leo varias veces para corregir alguna falta de ortografía y de expresión, aunque siempre queda incompleto.
Quizás debería reforzar más este punto. Tengo imaginación, pero me falta expresión (y todo lo que ello conlleva). Bueno, el primer paso es reconocerlo, ¿no?

- ¿Me siento satisfecho/a de lo que escribo?
No siempre. Pero con la mayoría me queda un buen sabor de boca. Siento que he hecho algo. Seguramente no estará a la altura, no estará perfecto, pero al menos lo he intentado. Para mí cada nuevo relato es un nuevo reto, un escalón más hacia mi sueño.

- ¿Cuáles son los puntos fuertes y los débiles?
La verdad, no lo sé. Supongo que mis puntos fuertes son que poseo mucha imaginación y empatía. Tengo muchísima facilidad para meterme en la piel del otro, y eso puede ser muy útil a la hora de tratar a un personaje.
Mis puntos débiles creo que son que soy muy rápida a la hora de actuar. Me gusta ver los resultados ya, y no dedico el tiempo suficiente para perfeccionar el proceso hacia esos resultados. Debería ser más pausada, tomármelo con más calma.

- ¿De qué manera creo que podrían mejorar mis escritos?
Ya lo he contestado en la anterior pregunta.

- ¿Cómo me gustaría escribir? ¿Cómo me gustaría que fueran mis escritos?
Pues me gustaría escribir correctamente, no cometer tantos fallos, que no fuera tan sencillo "desmontar" algo escrito por mí. Me gustaría que llegasen a todo el público (ya lo he dicho), que mis lectores se sintieran identificados con el personaje de las historias,...

- ¿Qué siento cuando escribo?
Siento tranquilidad. Me siento bien conmigo misma. Como quien realiza un acto benéfico. No sé muy bien cómo explicarlo.

- ¿Estas sensaciones afectan de alguna forma al producto final?
Supongo que sí. Bueno, espero que sí.

- ¿Qué dicen los lectores de mis textos? ¿Qué comentarios me hacen más a menudo?
Hay opiniones de toda clase. Pero la mayoría de ellas han sido positivas. Me he topado con lectores a los que no les ha agradado mucho el texto, pero que aún así han dedicado un tiempo a realizar una crítica constructiva sobre él; y a otros con los que les ha encantado y, sin embargo, no han realizado ninguna puntualización, ningún aspecto que convendría cambiar en el relato para mejorarlo.

- ¿Los leen fácilmente? ¿Los entienden? ¿Les gustan?
Yo pienso que sí. Seguro que ha habido algún texto que no ha entendido mucha gente, pero generalmente soy bastante llana a la hora de escribir, por lo que no creo que el lector tenga problemas para comprender lo que escribo, precisamente.

- ¿Qué importancia tiene la corrección gramatical del texto? ¿Me preocupa mucho que pueda haber faltas en el texto? ¿Dedico tiempo a corregirlas?
Tiene mucha importancia si tu sueño es publicar algún cuento o novela algún día. Si mi aspiración es esa, para mí es muy importante que mis textos estén correctamente escritos, y me interesa mucho el tema. No sólo a nivel de faltas de ortografía o gramática, sino también de expresión.

- ¿Me gusta leer? ¿Qué leo? ¿Cuándo leo?
Me gusta leer de todo, aunque prefiero aquellas novelas con enseñanzas sobre la vida, aquellas que tiran más por la rama de la filosofía. Por ello me encanta Paulo Coelho.
Pero también leo fantasía, novela negra, aventuras, cómic, infantil, romántica,... No tengo manías.

- ¿Cómo leo: rápidamente, con tranquilidad, a menudo, antes de acostarme...?
Suelo leer rápidamente aquello que menos me interesa (creo que esto nos pasa a todos), pero cuando leo algún libro que de verdad me tiene enganchada y me interesa, suelo leer muy tranquila, como si estuviera saboreando cada letra impresa. El momento en el que leo varía depende de las cosas que tenga que hacer en el día. Puedo leer en el autobús, antes de acostarme, al levantarme, mientras desayuno,...

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