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Quejarse no sirve de nada, pero desahoga un rato

Porque vivimos en un país (España) en el que las colas del paro superan a las que se forman los sábados por la noche en cualquier discoteca, las hipotecas siguen subiendo como la espuma, los bancos tienen más patrimonio que Paris Hilton y las diplomaturas, licenciaturas y másters abundan también en lugares como MC Donald's, Burguer King, Carrefour... Y suerte si no están en las largas colas del paro...

Y con esta realidad, con el enfado generalizado, la frase común española, mezcla de esa resignación que llevamos en la sangre, se expande: "Pero ¿y qué hacemos? No sirve de nada quejarse". Pues nada, ni huelgas generales (me río de la convocada en septiembre), ni protestas. Todo sigue igual. Seguimos buscando trabajo como burros o manteniendo los que tenemos y dando gracias todos los días por no ser un miembro más de la cola que vemos todas las mañanas en la oficina del INEM.

Yo, preparando oposiciones como una loca sabiendo que sacarán una penosa cantidad de plazas y que, de momento, tener un título no me sirve más que para pensar que he desaprovechado tres años en los que ya podría estar fija en algún trabajo. ¿Tres? Cuatro, mejor dicho, porque este año necesito tiempo para estudiar oposiciones y, aunque trabajo, lo que gano no me da ni para pagar los cursos que necesito para que me cuenten méritos.

Méritos. Me río de los méritos. Méritos que se resumen a pagar, como todo. Méritos que no tienes si no te alcanza el dinero. Méritos que consisten en desembolsar una cantidad de 80 € por curso para que te concedan un mísero 0.5. Es lo que sucede cuando mezclamos educación con política y con la necesidad de llenar los bolsillos de algún que otro pez gordo.

Oposiciones. Acabas la carrera y, tras hacer cuenta de lo que te ha costado (da gracias si te conceden alguna mínima beca), resulta que si no tienes la suerte de conocer a alguien que ya se haya presentado antes y te pueda echar un cable, no te queda otra opción que apuntarte a una academia de oposiciones. Venga, ¡más dinero! Como bien decía mi amiga Luchida, tanto máster y no se les ocurre a los señores del ministerio de Educación proponer un máster de preparación de oposiciones. O no se les ocurre o no les conviene, me da a mi que es la segunda opción.

La semana pasada asistí a un seminario que me ha costado 80 € también para pelearme con 31 compañeros por un ordenador, porque en el aula sólo teníamos 15. Digo yo que con lo que pagamos deberíamos tener, al menos, un ordenador para cada uno. En lo que llevo de curso (empecé a estudiar en octubre) me habré gastado ya cerca de 300 € en cositas varias para oposiciones.

En fin, que quejarse no sirve de nada, porque ninguno de nosotros vamos a cambiar la situación actual por mucho que nos movilicemos (¿seguro, lo hemos comprobado alguna vez?), pero desahoga un rato...

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