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Amistades indeseables

No sé si seré yo, este lugar, el tiempo en el que vivo o todo el conjunto, pero no hay manera de dar con gente que se parezca mínimamente a lo que yo entiendo por"amigos". Mi pareja está harta ya de reiterarme que los amigos no existen, que son todo intereses y conveniencias, pero yo no le hago caso. No quiero hacerle caso.
Hay algo en este mundo que no soporto ni soportaré nunca, y es la gente irresponsable y sin educación. Me pone enferma. Si encima son esas personas a las que considera uno amigos los que muestran tales faltas de cultura, ni os cuento.

El fin de semana pasado quedamos mi pareja y yo con otra pareja de amigos. He de decir que considero mi amiga a la chica de la pareja, ya que el chico nunca me ha inspirado confianza. Es de los que hablan poco, pero cuando hablan, te dan ganas de decirle que estaba más guapo callado.
El caso es que habíamos quedado en un bar para cenar y les estabamos esperando en el interior del local. De repente, los vi en la terraza y me hicieron señas para que saliéramos, ya que tenían una mesa reservada. En los segundos que tardamos en salir del establecimiento, la mesa ya había sido ocupada por unas ancianas.
Mi amiga se puso de los nervios y empezó a gritarles de una manera muy vulgar e infantil que esa mesa la habían visto ellos antes. Una anciana la miró con pena y le dijo que lo sentía mucho, pero que cuando habían llegado la mesa estaba vacía. Y era cierto. Mientras nos avisaban para que saliéramos, se despistaron y se alejaron de la mesa. La culpa no era de las ancianas.
Pero mi amiga estaba que echaba humo por la boca. La intenté tranquilizar explicándole que había más mesas y que no pasaba nada porque esperasemos un rato. Y suelta la frase que me dejó atónita: "Joder, para dos días que les quedan...".
Tanto mi novio como yo nos quedamos boquiabiertos. Jamás me habría imaginado esto y el problema es que las mujeres la oyeron y nos meterían a todos en el mismo caso. Por gente como esta, la juventud tiene tan mala fama y todos somos "tan maleducados e irresponsables".
Le dije a mi amiga que me había parecido muy feo lo que había hecho, y me contestó riendo: "Es que me lo ha pegado mi novio". Le contesté que allá ella, pero que a mí me daría vergüenza comportarme de esa manera con 22 años.

Al día siguiente, cuando todavía no habíamos olvidado la escenita, quedamos para hacer una barbacoa con otra pareja, de la cual también es mi amiga la chica y su novio, en este caso, no me cae tan mal. Habíamos quedado a las 10:30 porque nos dijeron que la gente madrugaba mucho para reservar la barbacoa. Aparecieron una hora y media tarde. ¿Por qué? Pues porque se habían dormido, ya que salieron de fiesta el día anterior. Además, mi amiga tenía que llevar a su hermano pequeño a casa de su tía, ya que no se podía quedar solo en casa.
Lo despertó como pudo a última hora y lo llevó a la casa de la tía con la cara sin lavar y sin haber desayunado. Lástima de criatura.

Nos apetecería quedar con gente educada que tuviese la misma edad mental que física. ¿Tan difícil es? ¿Tantísimo pido? Tiene razón el dicho de "más vale estar solo que mal acompañado".

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CARTA A TODOS LOS PADRES

... DE ADOLESCENTES (Y NO TAN ADOLESCENTES)



Queridos papás:

Os he dedicado los primeros llantos y risas. Recuerdo que mis primeras palabras en este mundo fueron “papá” y “mamá”. Me habéis dado de comer cuando yo no podía y me habéis enseñado a hacerlo solo/a cuando aún no sabía. De vosotros he aprendido que en la vida es más importante tener buen corazón que buen físico. También, que con la verdad se llega a todas partes, mientras que con la mentira no se va a ningún sitio. Que antes de hablar siempre hay que pensar y que sólo si sabes guardar secretos, tendrás amigos.

Me habéis enseñado tantas cosas, papás...

Pero ahora tengo que seguir mi camino solo/a. Sé que aún soy para vosotros un/a niño/a, pero sabré hacerlo, no os preocupéis. He tenido unos grandes maestros.

Y si me caigo, me levantaré. Recordad que aprenderé más de mis errores que de los vuestros.

Tenéis que saber que probablemente me distancie un poco de vosotros. Es lógico, nuestros caminos serán distintos. Ello no significa que os quiera menos, al contrario. Ahora más que nunca debéis demostrarme todo vuestro amor.

Me gustaría que me ofreciérais vuestra opinión sobre los pasos que voy tomando en mi vida, pero no intentéis conducirme, porque entonces no querré escucharos.

Quisiera que escuchárais todos mis problemas y preocupaciones y recordárais que, aunque ahora os parezcan tonterías, hace unos años también eran muy importantes para vosotros.

Necesito que reconozcáis mis logros y propósitos conseguidos y estéis orgullosos de vuestro/a hijo/a. No hay nada que me haga más feliz.

Sé que a veces no me comportaré como debería. Es normal, ser adulto no resulta sencillo. Ofrecedme segundas oportunidades.

No me llaméis constantemente para saber dónde estoy. Me agobiaréis. Recordad qué bien os sentaba disfrutar de la libertad cuando teníais mi edad.

Tampoco insistáis en que os cuente lo que he hecho. Demostradme confianza y lo haré sin necesidad de que lo pidáis.

Entiendo que para vosotros no será fácil, pero tampoco lo será para mí. Recordad vuestros errores y confiádmelos. También puedo aprender de ellos.

No os quedéis en el “no”. Ofrecedme argumentos.

Ahora más que nunca el término “empatía” cobra todo su significado. Aplicadlo conmigo y yo lo aplicaré con vosotros.


Un abrazo muy fuerte de vuestro/a hijo/a, que os quiere muchísimo.

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Comento: Amélie


Esta tarde he visto por fin la película "Amélie". Digo por fin porque llevaba mucho tiempo esperando encontrar un rato para verla y nunca aparecía el momento oportuno.

Me ha gustado muchísimo la historia. Quizás porque tiene ese no se qué que qué se yo que la hace tan especial; porque es una comedia romántica, pero no al estilo de las que estamos acostumbrados/as a ver.

La película, para quien no sepa de qué va, trata sobre una niña llamada Amélie que vive su infancia junto a sus padres, sin relación con otros compañeros de su edad, debido a que no asiste al colegio por decisión de su padre, médico, que cree que su hija tiene un problema en el corazón.

A partir de este inicio, conocemos a Amélie y, con ella, a la gente que la rodea.

Y no cuento más porque revelaría muchas cosas de la película. Es un defecto que tengo, no sé resumir; o bien lo cuento todo o no cuento casi nada.

En fin, a mí me ha gustado muchísimo. Ahora entiendo el éxito que tuvo la película el año de su estreno, es muy buena para mi gusto. Tiene algunos matices de "El principito" y otros de "Alicia en el país de las maravillas" que me hacen sonreír en muchas de las escenas. Está cargada de filosofía básica, la que todos deberíamos plantearnos, aquella esencial en nuestras vidas.

Espero que os haya picado la curiosidad a los que no la hayáis visto. Los que ya la habéis visto podéis dejar un comentario con vuestra opinión sobre la historia.

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Estoy leyendo...

Estoy leyendo la magnífica obra "Cien años de soledad", tan conocida por todos y escrita por el gran autor colombiano Gabriel García Márquez.

Cuando comento a alguien mi lectura, me suelen decir: "¿Pero es que no la habías leído antes? Madre mía, si no has leído esa novela no has leído nada...". Pues sí, señores/as listillos/as, sí la había leído antes. Bueno, la intenté leer, mejor dicho. Pero tenía dieciséis años y una mente mucho más infantil que ahora, así que no entendí ni media. Y al final dejé la novela a medias, por puro aburrimiento, sinceramente. Le debí tomar tanta manía y me suponía tanta frustración el haber sido derrotada de aquella manera, que en los próximos años no volví a cogerla.

Hace unos días, en una conversación que mantuve con un aficionado y escritor conocido "de la familia", me animó a leer algo más sobre este autor. Ya esta navidad intenté superar el pánico que tenía al escritor y leí "Memoria de mis putas tristes", una novela que me gustó pero de la cual no aprendí nada, al menos eso creo. Que luego uno cree no aprender nada y se sorprende recordando determinadas escenas o enseñanzas.

En fin, que me envalentoné y cogí de la estantería el tomo "Cien años de soledad". He avanzado bastante y debo decir que me está gustando, aunque Gabito tiene un estilo de escritura un tanto enrevesado. Creo que tendré que releer la novela para terminar de entenderla, pues algunas cositas se me escapan. Ahora sí, la segunda vez que la lea (porque la primera no cuenta) me elaboraré un esquemita del árbol genealógico de la familia Buendía-Iguarán, porque tengo en la cabeza un lío tremendo.

¿Qué es lo que más me está gustando del libro? La facilidad que tiene el autor para adentrarte en la historia, con esos tejemanejes que le da, mezclando pasado, presente y futuro y casi gritándote entre líneas que no te descuides en la lectura, que no te permitas ni un segundo de despiste. Yo no le suelo hacer mucho caso y así me va, que de vez en cuando tengo que volver dos o tres páginas para situarme.

¿Cuáles son los personajes que más me gustan de la novela? Melquíades, sin lugar a duda, porque me recuerda al mago Merlín y lo veo en mi cabeza con su traje azul repleto de estrellitas amarillas, aunque Gabito no me lo describa.

También me gusta mucho Úrsula, que tiene nombre de bruja y un carácter parecido al de mi madre (qué va, mi madre acojona más todavía...).

Rebeca, con sus raras manías de comer tierra y cal de las paredes, me fascina. En este punto le doy un gran aplauso al autor. ¡Qué grande eres, maestro!.

Finalmente y por supuesto, José Arcadio Buendía, con sus inventos desbaratados, que me recuerda un poco a la imagen de Don Quijote de la Mancha (en este caso de Macondo). Creo que es un gesto sin igual que el autor ha conseguido plasmar en su obra y actualizar a la literatura moderna.

Pues bien, no me enrollo más porque aún no he acabado de leer el libro y no me gusta dar mi opinión sin terminar la novela. Os dejo a continuación un vídeo de una entrevista a Gabito. No se ve muy bien, pero se escucha estupendamente, que es lo que importa al fin y al cabo.



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Chat


Suena la sirena que indica la finalización de las clases. Carla es la primera en levantarse de la mesa. Recoge sus libros, el estuche y su inocencia. Escapa del aula que oprime su inmadurez casi corriendo, mientras cierra rápidamente la cremallera oxidada de su mochila.
La está esperando.

Llega a casa sudando, con el pelo despeinado, la cara sonrosada y prácticamente sin aire para respirar. Su madre la espera en la cocina. Quiere hablar con su hija, sentir que sigue siendo una niña.

Pero Carla está harta. Ella ya es adulta, no hay que explicarle nada. Ella ya lo sabe todo. Es adulta, joder. Qué empeño en verla aún como una simple niña.

Corre hacia su habitación y enciende el ordenador. Allí está segura. Desde aquel ordenador tiene contacto con el mundo, pero está protegida. Está protegida.

Se conecta al chat. "Samurai" la está esperando.
- Hola preciosa. ¿Cómo estás?
- No muy bien. Mi madre, como siempre... ¿Y tú?
- Bien. Ahora mejor, que estoy hablando contigo.

Carla sonríe. Él sí la entiende. Es el único que sabe cómo tratarla, cómo hablar con ella, cómo dominarla. Han quedado para verse en persona. Ya llevan cuatro meses chateando por las tardes, ya lo saben todo de sus vidas. Es el hombre perfecto para ella y tiene que conocerlo, desea conocerlo. Él tiene 20 años, ella 17.

Carla le propone tomar un café en un lugar público, pero Samurai quiere más intimidad:
- Allí no podremos hablar con tranquilidad. Yo tengo coche. Conozco un sitio alejado donde nadie nos molestará. ¿Qué dices?

Pues que sí, Carla acepta otra vez, engatusada por la labia y el saber hacer de Él, que ya es casi como un Dios, una divinidad hasta ahora inalcanzable a la que va a poder tocar y quizás besar al día siguiente. La inocente emoción de sus 17 años de edad la embriaga completamente y toda la noche la dedica a decidir qué ponerse, qué peinado hacerse, cómo maquillarse. Le enseña sus modelitos a Samurai por la webcam y él, alardeando de nuevo de su poder de convencimiento y dominación, le dice que está preciosa igualmente, que todos los modelos le gustan, que no hay una mujer como ella, que es una Diosa.

Carla se despide de Samurai sonriendo, sintiéndose importante, grande. Se acuesta en la cama pidiendo a un dios minúsculo e indiferente que la noche pase pronto y llegue por fin el momento esperado. Mientras, al otro lado de la banda ancha, un Samurai de 48 años de edad sonríe malicioso.

En los próximos días, Carla será notícia en el periódico. Otra víctima adolescente.

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¿Por qué?


« ¿Por qué escribes esos relatos tan tristes? », me preguntó una ex-profe del instituto a la que tengo mucho cariño. Ya me lo habían preguntado ―o comentado― otras personas anteriormente, y la verdad es que aún no sé responder a esta pregunta. ¿Por qué siempre escribo relatos tristes? ¿Será porque mi vida no dista mucho de esa ficción? ¿O porque simplemente me nacen esas historias?

Todos los relatos o la mayoría de los que he publicado en el blog han nacido fruto de una frase. Puedo despertarme con “El humo se elevaba en rápidos movimientos por las calles de Madrid” e instintivamente comienzo a escribir. El resto de frases brotan solas con escribir la primera. No sigo un guión, ni invento premeditadamente un personaje. Sólo escribo todo cuanto me venga a la mente. Después ya vendrá el momento de los borrones y cambios.

Y es esto lo que más me preocupa. Si escribo historias tristes porque es lo que me sale, ¿qué tendré dentro entonces? ¿Más tristeza? Quisiera escribir historias más divertidas, que hicieran reír a los lectores. Hasta ahora lo único divertido que estoy escribiendo es un cuento infantil. Y siempre acaban saliendo ciertos matices que le dan tristeza a la historia.

¿Por qué?

Hasta aquí mi disertación. Espero vuestras opiniones.



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