Enemigos del sistema, de determinadas personas, del lugar en el que nos encontramos, o incluso de nosotros mismos. Sentimos que no hay trincheras suficientes para apaciguar tanto hastío, que los momentos de bonanza no pesan sobre los de lucha. O que, simplemente, no llegan.
Son escenas en las que el sufrimiento, agobio, frustración y desolación se apoderan de nosotros. Y no encontramos el sentido, no hallamos la manera de salir de ese hoyo y restaurar la paz que un día nos arrebataron (o nos arrebatamos).
La paz que menciono se puede sentir y vivir de mil maneras diferentes. Puede estar en el canto de un pájaro, en un amanecer con buena compañía, en una taza de café o en un zumo de naranja. La paz está en todas aquellas personas y momentos que nos envuelven en una gran trinchera.
En estos tiempos de luchas constantes, hay que saber construirse trincheras de vez en cuando y aislarse de todo lo que nos hace daño para disfrutar de la belleza que en todo momento nos envuelve, aunque entre el humo de la pólvora y la frustración de la batalla, ni tan siquiera la veamos.
La paz que menciono se puede sentir y vivir de mil maneras diferentes. Puede estar en el canto de un pájaro, en un amanecer con buena compañía, en una taza de café o en un zumo de naranja. La paz está en todas aquellas personas y momentos que nos envuelven en una gran trinchera.
En estos tiempos de luchas constantes, hay que saber construirse trincheras de vez en cuando y aislarse de todo lo que nos hace daño para disfrutar de la belleza que en todo momento nos envuelve, aunque entre el humo de la pólvora y la frustración de la batalla, ni tan siquiera la veamos.