Desde muy pequeña me ha gustado inventar historias, escribirlas y contarlas. Tal vez porque no he tenido mucha afinidad por esta realidad tan cruda a veces y he querido crear otra nueva y mucho más mágica, o simplemente porque ha sido el mejor camino que he encontrado para evadirme del mundo en los momentos más agrios de mi vida, quién sabe. El hecho es el mismo: siempre, desde que tengo uso de razón, me he interesado por la literatura.
Unido a esto creció desde mi más tierna infancia una vocación clara por la enseñanza. Que se lo pregunten a mis primos pequeños, los pobres, a los que obligaba durante horas a hacer sumas, restas, dictados...
Así pues, cuando acabé el instituto y bachiller, tuve claro que estudiaría magisterio. Tras tres duros años de carrera (quien se atreva a decir que magisterio es fácil, que se matricule) y un temidísimo año de oposiciones, aquí estoy, esperando a poder trabajar de interina este curso escolar.
Mientras tanto, escribo pequeños relatos y estoy enfrascada en una gran novela que lleva en mi cabeza bastante tiempo. La tarea es ardua, por lo que creo que tardará algún tiempo en ver la luz.
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