Y nos
bebimos a sorbitos la vida del otro, con cautela, con el presagio de que un día
se acabaría. Augurando un destino de vasos vacíos apilados en las estanterías
de nuestros corazones.
Y creímos
en el amor verdadero, y nos prometimos entrelazar nuestros destinos. Y quisimos
demostrar que no habría en el mundo tijeras, cizalla o guillotina alguna que
los separase.
Pero nos
equivocamos. Nos engañamos. Y nos alejamos en medio de un océano inmenso,
atraídos por diferentes orillas, nadando en pos de nuestras corrientes,
tragando culpas y vomitando recuerdos. Soportando el olor de los buenos
momentos y extrañando la tierra firme.
Desenredamos
la madeja de nuestra vida, sufriendo en silencio el sabor agridulce de un
pasado en un presente ajeno al futuro.
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