Tal
y como comentaba algunos días atrás en mi post las cosas malas de la vida, hay experiencias que vivimos que no
nos son agradables y que intentamos evitar a toda costa. Sin embargo, son estas
las que más nos enseñan y hacen valorar el lado bueno de las cosas, que
generalmente son aquellas que no se pueden comprar con dinero: las amistades,
la familia, una persona especial...
En
esta vida todo sucede siempre por algún motivo y las circunstancias que se dan
en cada hecho son completamente diferentes y cruciales para desencadenar unas
consecuencias u otras. Sin embargo, todas coinciden en algo: nos enseñan a
aprender, a crecer y a madurar como personas. A entender el mundo, pero sobre
todo a entendernos a nosotros mismos. Nos definen.
Y
con esto llegamos al tema clave del post, una cuestión que no siempre nos
preguntamos porque no tenemos el tiempo suficiente para dedicarnos a nosotros
mismos, o porque no acabamos de entender la importancia de la misma.
Es
fundamental pararse en seco y dedicarse unos segundos a pensar "¿Qué me
define?". No se trata de que nos vayamos a convertir en una nueva entrada
en el diccionario de la RAE, ni que nos tengamos que colocar un cartel repleto
de adjetivos de lo que creemos ser. Es algo mucho más profundo que requiere de
concentración, soledad y tiempo.
Supone
hacer un viaje al pasado, recorrerlo con visión analista (radiografiando todos
y cada uno de los momentos malos y buenos vividos) y hacer balance. En un lado
de la balanza debemos situar lo que queremos que la gente piense de nosotros al
conocernos, y en el otro lado sobre lo que no nos gustaría que nos tildasen.
Hacer
balance es la clave para descubrir qué nos define. Una vez que tengamos claro
qué es lo que nos define, quien nos conozca también lo descubrirá.
Y
es un error crear una definición en la que parezca que todo lo hemos logrado
sin ayuda. En la definición de nosotros mismos deben aparecer influencias de
otras personas, lugares y situaciones, porque todo ello nos hace ser diferentes
y originales; únicos.
La
originalidad reside en crear una mezcla homogénea de lo que absorbemos del
mundo exterior. Hay que huir de la heterogeneidad, porque esta última no
define, etiqueta. Y no debemos ser etiquetados, sino definidos. Dos cosas muy
distintas.
Como
conclusión sobre lo que he explicado me gustaría compartir el vídeo que me ha
inspirado a escribir este post. En él, Lizzie
Velásquez, una mujer que padece una extraña enfermedad por la cual no puede
coger peso, y que ha sido tildada como la mujer más fea del mundo en las redes
sociales, nos habla sobre la importancia de tener una identidad propia y de
saber decidir qué queremos que nos defina como personas y qué no. Ella no quiso
quedarse con lo negativo; vio el vaso medio lleno. Y ahora ayuda a que otros lo
vean así también. Destaco una frase que me ha fascinado, y con ello termino:
"¿Sabes qué? Dime
todas esas cosas negativas. Les daré un giro de 180º y las usaré como escalera
para llegar hacia mis metas"
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